lunes, 2 de marzo de 2020

Crónicas de un feminismo anunciado

Solía ser de las que decían que feminismo era sinónimo de machismo pero con el poderío del lado de la mujer. Que la consigna debía ser #NadieMenos y no #NiUnaMenos. Que esas mujeres que salían en tetas a la calle a protestar no me representaban, y que creía justo el reclamo pero de ninguna manera concordaba con las formas. Solía pensar que de alguna manera las violaciones les pasaban a las que se vestían provocativo porque "enviaban señales" a los hombres promiscuos y que debían ser ellas más responsables con su integridad. Juro que hoy lo escribo ésto y se me retuerce el corazón de haber sido años atrás alguien que pensaba así...

El primer caso que recuerdo, es el de Melina Romero, "la fanática de los boliches", como la catalogaron los medios. Como si un asesinato de esa magnitud fuera menos grave porque alguien prefiera salir a bailar a quedarse en casa leyendo un libro. Como si hubiera gente más o menos digna de merecer justicia acorde a sus preferencias. Como si ejercer libremente la sexualidad fuese un permiso implícito para hacer lo que alguien quiera con el cuerpo de otro...
Recuerdo que en los medios se divulgaban fotos de ella en ropa interior, como si eso mitigara que lo que había ocurrido con ella era un delito. Recuerdo que la juzgué, y que pensé que "uno sabe a lo que se expone cuando tranza con desconocidos". Jamás creí que se lo mereciera, pero creí que ella "lo podría haber evitado". En ese momento pensé que bastaba con tomar ciertos recaudos. Como si uno pudiera responder por el accionar de los demás... ¿no?

Pero... ¿cómo encajaban en esa "lógica" de posible prevención casos como los de Ángeles Rawson, Micaela García, o la pequeña Candela Rodriguez (quien ni siquiera tenía un criterio formado para entender lo que sucedió)? En ese momento no me detuve a pensarlo. Esos casos, y todos los demás, me generaban pena, pero aún no empatizaba. Me pasaban lejos. Era "gente de la tele", muy lejana a mí y a mi entorno. Bastaba con apagar las noticias y pensar en otra cosa para que el tema desaparezca. Casos y caras que estaban todo el día en la tele, y que un par de meses luego quedarían en el olvido. U opacadas por un caso nuevo, donde continuaría la carátula, pero ahora serían otros los participantes...

Miraba, entre femicidio y femicidio salir a las feministas a marchar. A gritar, pintarse el cuerpo, a cantar canciones que me resultaban excéntricas. ¡Qué ridículas!, pensaba. Sólo quieren llamar la atención. A decir que había que matar a los machos. ¡Qué exageradas! No todos los hombres son iguales. A pintar paredes. ¡Qué innecesario! Eso luego se arregla con fondos públicos. Sin dudas, esas mujeres no me representaban. Sin embargo, me abrí lugar y espacio para intentar entender las cosas.
Desde entonces, leí miles y miles de casos, de relaciones, de testimonios, de experiencias de otras mujeres. Logré sentir su dolor. Logré comprender lo difícil que es salir de una relación conflictiva. Entendí que algunas mujeres no lo logran. Recordé yo misma, una relación que por suerte no llegó a violencia física, pero que me dejó heridas muy profundas que aún hoy me cuestan sanar.

Luego llegó el caso de Araceli Fulles. Para ese entonces, ya la angustia se hacía notar. Pero a pesar de la trágica y desgarradora historia, lo que me llamó la atención de este caso fue la cantidad de comentarios horribles que leí mientras estuvo desaparecida. Entonces empecé a mirar más un poco al rededor. Los comentarios de la gente en los diarios, llena de odio. Que miren cómo se vestía. Que se lo merecía por tener "tantos novios". Que no gasten plata de sus impuestos en buscar a una puta que se fue a coger. Algunos hasta deseaban que aparezca muerta, como una especie de lección o enseñanza... nunca me quedó muy claro ¿de qué?

Recuerdo un día en que conocía a un chico, que luego de varias salidas en la que todo estuvo bien y de parecer un buen pibe, finalmente fuimos a su casa (con las precauciones necesarias, primer encuentro en lugar público por si la cosa se ponía fea, compartiendo dirección y números de teléfono a mis amigas, y demás). Recuerdo que, en medio de la relación sexual, noté que él se había sacado el preservativo. No quise seguir si no se cuidaba, y se lo dije. Me insistió. Me puse firme. Insistió, ya con menos paciencia. Me volví a negar. Y el ambiente se puso tenso. Recuerdo que en ese momento olvidé todo tipo de sentimiento placentero y analicé su cuerpo, su contextura, y la facilidad con la que podría haberme hecho daño, si hubiera querido. Me di cuenta que estaba en una situación de completa de desventaja, sumamente indefensa. Me invadió el terror, recuerdo, y también recuerdo que intenté con todas mis fuerzas que no se me notara. En mi cabeza, empecé a pensar planes posibles de escape. Pensé en cuántas veces había planeado maniobras de escape en remises, taxis o calles oscuras cuando veía que en la esquina un grupo de pibes en la vereda tomando alcohol. Pensé en todas las veces que cancelé planes por no tener plata para volverme en taxi ya que bajo ningún punto de vista podría volverme caminando sola Pensé en que volverme en remis tampoco era garantía de seguridad, por todos los casos de testimonios de mujeres abusadas de esta forma, pero aún era menos riesgoso. Pensé en todas las veces que esos planes de posibles escape quedaron en la nada, porque no pasó nada, pero quién me quitaba el miedo y el estrés de haber tenido que pensarlo. Pensé en todas las veces que sentí alivio de llegar a casa. Pensé cuántas veces los hombres habrían suspirado de alivio al hacer girar la llave de la puerta de su casa y habrán mandado un mensaje diciendo "no te preocupes, llegué bien" a su amiga que estaba esperando en línea saber que llegaste para dormir bien.
La anécdota terminó bien, fue un momento tenso, pero aceptó mis condiciones. Pero yo ya estaba incómoda, así que decidí irme a mi casa. Él accedió. Recuerdo que pensé que había tenido suerte. Recuerdo que hasta pensé en los titulares posibles de los medios, si me hubiera pasado algo. Y me sumí en la tristeza. Recuerdo que hasta sentí vergüenza de que mis padres leyeran las noticias. Que sufrieran con los comentarios de gente que, como yo hubiera hecho tiempo atrás, me hubiera juzgado por mis elecciones. ¿Por qué tenía que tener vergüenza yo? Si no había hecho nada malo.
Pensé "¿y qué si fuera cierto que la intención era ir a coger, como tanto les gustaba decir, y sobre la marcha hubiera habido algo que me hubiera hecho cambiar de opinión? ¿Eso le da derecho a alguien a hacer algo que yo no quiera, a violarme o a matarme? ¿un permiso implícito para hacer lo que quiera conmigo? ¿por qué condenamos la vida sexual como si fuera determinante de calidad de persona? ¿por qué merecería menos justicia por eso? ¿por qué se condena a la mujer con mucha más crudeza por lo mismo que hacemos todos? ¿si un hombre se hubiera ido a coger, no habría sido acaso un capo?". Entonces lo entendí. Y me sentí sucia.

El caso que terminó de romperme el corazón fue el de Lucía Pérez. Recuerdo que me costó terminar de leer la noticia por la cantidad de lágrimas que me brotaban al leerla. Recuerdo que sufría pensando en lo que tuvo que atravesar, la desesperación de querer librarse, el dolor de que le realicen prácticas que no deseaba, el instinto de supervivencia hasta que su cuerpo dijo basta, la cantidad de cosas que se le habrán cruzado por la cabeza. Recuerdo que pensé que a Lucía la mataron tres veces; la primera vez, víctima del dolor insoportable que le provocó que la empalaran, la segunda, cuando gran parte de la sociedad la condenó a que tenía lo que merecía por "puta y falopera", la tercera, cuando los jueces en un repulsivo y repudiable fallo impregnado de machismo, dijeron que habían podido demostrar que ella era habitualista de estar con muchos hombres y no podían demostrar que se hubiera negado.

Yo he tenido suerte. Hoy puedo contarlo. Muchas otras ya no. Entonces entendí que era necesario salir a marchar por aquellas que habían callado su voz. Entendí que esas mujeres que salen al grito de #NiUnaMenos no buscaban representarme a mí, sino a todas aquellas que ya no podían hacerlo. Entendí que si a mí me hubiera pasado algo así, íban a ser ellas las primeras en organizarse para pedir justicia en mi nombre. Por el simple acto de sororidad, sin mirar cómo estaba vestida ni dónde estaba cuando ocurrió ni a qué hora. Sin juzgarme; hermanadas. Entendí que eran ellas las que iban a tratar de que mi rostro no se olvide, no el de las que, como yo supe hacer, sólo compartía fotos diciendo que no me representaban desde la comodidad de mi sillón. Ellas estaban ahí, luchando, haciendose notar. Haciendo eco para que todos vean que no nos da lo mismo. Que no vamos a permitir que nos olviden. Que necesitamos darnos cuenta que la cultura en la que vivimos nos está oprimiendo, nos está matando.
Que si gritamos, y cantamos, y pintamos paredes no es porque querramos hacerlo, sino porque ya no sabemos cómo más hacernos escuchar.



Y si ahora gritamos y cantamos en modo de protesta es porque preguntamos bien y nadie nos dió una respuesta.
 

Hoy entiendo cómo afecta cada palabra, cada gesto, cada acto en una cultura que repercute y desemboca en hechos tan trágicos como éstos. Que naturalizar cada acto, por pequeño que sea y aunque nos parezca tonto nos termina tornando permisivos con cosas que no deberían ser, y con atrocidades semejantes.
El proceso de la deconstrucción es difícil y no nace de un día para el otro; pero es el camino de darse cuenta. Nosotras mismas muchas veces nos encontramos diciendo comentarios sumamente machistas, sin querer. Tenemos tan instalado el chip, que a veces no nos damos cuenta. Tenemos que permitirnos cuestionarnos, abrir la cabeza y sobre todo, el corazón.
No pedimos tanto: no queremos tener más miedo. Al salir de casa queremos ser libres, no valientes. Queremos que nadie nos diga qué hacer y qué no con nuestras vidas. Y sobre todo, que nadie se sienta con el derecho de arrebatárnosla. Vivas nos queremos...

domingo, 10 de junio de 2018

Bitácoras de alguien que estaba en contra del aborto y ya no.

   Probablemente muchas de las personas que me conozcan lo sepan, pero a los que lo ignoraban y a los que llegaron acá de casualidad les cuento, que hasta no hace mucho yo estaba fervientemente en contra del aborto. Pensaba, seguramente como muchos de ustedes, que no era necesario, que era extremista, que era libertino, que era inmoral. Pero por sobre todo, que era perfectamente evitable. Que bastaba con mejorar la calidad de la educación para poder "atajar" el problema antes de llegar a discutir ésto.
   Pero como pasa siempre que hay personas en el medio, a veces no todo es blanco o negro. El problema son los grises. El "ok, genial, educamos. ¿Y mientras tanto?". Y mientras tanto... "¿Y si a una chica la violan, ¿por qué tiene que pasar por eso y ver todos los días el rostro que le recuerda aquél horrible momento?". "¿Y si se trata de una niña, o una persona con discapacidad?". Porque negar estas variantes y hacer caso omiso por la tosudez de mantener la regla general sería prácticamente empardar con la necedad. Ahora es el momento en que todos los que están poco convencidos saltan con el versito, casi de memoria, del "pero en la Argentina el aborto no punible es legal, regulado en la ley tanto tanto artículo tanto tanto y dice que tal cosa tal otra". Sí, dale. ¿Acaso nadie sabe en qué país vivimos y lo difícil que es probar algo con los tiempos que maneja la Justicia..?
   Pero así y todo supongamos que atamos con alambre la delicadeza de éstos temas y decidimos tapar el sol con los dedos y emparchar las grietas del problema de la mano de la tan magnífica e inalcanzable herramienta de la adopción... ¿dónde queda la voluntad de la persona que fue vilmente violentada, en cuerpo y en espíritu? ¿no tuvo voz para elegir mantener una relación sexual, tampoco la tiene para decidir sobre su (ahora nuevo) cuerpo, ni sobre la vida que prosigue a continuación? Porque, seamos honestos, los peores prejuicios siempre recaen sobre las mujeres: que si la pollera estaba muy cortita que se joda por puta, que si cogió sin cuidarse es una imbécil, que si no quiere tener hijos es indigna como mujer, que si los tiene igual por obligación pero no los quiere es una insensible, que si los da en adopción es una desalmada... 
¿Notaron, a todo esto, que sea que elija criarlo, abortarlo, o darlo en adopción, siempre se juzga con muchísima dureza a la madre del bebé, pero nunca se trae a colación al padre que también tuvo incidencia en el acto que lo provocó..? ¿Se preguntaron por qué?  
   Pero salgamos del contexto extremo del sexo no consentido y vayamos a un escenario normal. O lo que debería serlo. Pienso que tenemos tan instalado el chip de que somos potenciales paridoras que nos olvidamos que alguien podría elegir no serlo, y no por eso tiene que estar mal. No querer ser madres por no encontrarse en la condición económica y/o emocional necesaria para afrontarlo no sólo no me parece un acto repulsivo, sino hasta un acto de entera humanidad por parte de la progenitora. Incluso cuando ella haya tenido relaciones sexuales consentidas. ¿Alguna vez se sentaron a conversar con algún niño que siente que en su casa no lo quieren?


    Es cierto que quienes llevan la peores consecuencias en caso de una concepción no deseada es en general la mujer (obviando, claramente el riesgo de transmisión de enfermedades, que puede ser una consecuencia mucho más grave a la anterior y donde el riesgo es bidireccional) y que de hecho es quien más cuidado lleva habitualmente en la anticoncepción. Pero basta con leer y escuchar un poco los comentarios de la gente para darse cuenta que a aquellos que están en contra del aborto lo primero que se les cruza la cabeza es "esta puta irresponsable no se cuidó, ahora que se cague". Sí, seguramente haya muchos casos de embarazos que fueron consecuencia de descuidos, o de cuidados no efectivos. Vamos... el que nunca haya tenido sexo sin cuidarse por calentura, al menos un rato, que tire la primera piedra.. y todos sabemos que eso está mal... Pero también hay muchos casos en los que no.

   Tuve la suerte de nacer y crecer en un contexto en el que la educación nunca me faltó. Fui a un colegio religioso, por lo tanto la educación sexual que recibí fue escueta y sesgada. Cosa que no descubrí hasta que fui más grande y me fui informando por mis propios medios -porque hasta eso, uno suele pensar que se las sabe todas-. Educación en la que nunca mencionaron la diversidad, ni los riesgos de los métodos anticonceptivos, ni el consentimiento. Tuve la suerte de tener una buena obra social y una atención con los médicos más renombrados de todas las cartillas. Profesionales de la salud que jamás (desconozco si por sus creencias o por qué motivo), cuando me presentaba a recibir algún tipo de atención médica me advirtieron sobre los efectos de los medicamentos recetados sobre los de los anticonceptivos, la pérdida o no de eficacia ante cuadros de vómitos, diarreas, o demás cuadros que dificultaban la correcta absorción. Como probablemente también les haya pasado. Las invito a hacer memoria...

   Pensé entonces en todas las veces que siendo chica pude haber quedado embarazada, no por no cuidarme, sino por ignorancia. Pensé en todas las cosas que podría haber sentido, en todo el miedo que me hubiera invadido, en toda la incertidumbre que hubiera padecido. Pensé que aún hoy, habiendo concluído mis estudios universitarios tengo mucho camino que recorrer antes de llegar a donde quiero para estar cómoda, ¿cómo me hubiera encontrado un hijo años atrás, con todos los anhelos a cuestas y sin poder mantener ni siquiera la estabilidad económica ni emocional? Pensé en mi amiga, quien fue madre joven después de haber sido abandonada por su familia (por la deshonra de haber incumplido los designios de Dios sobre el matrimonio) y por su pareja (por miedo a afrontar la situación), y quien ahora adora a su hija, pero que no hay día que no recuerde que tuvo que dejar atrás sus sueños para poder atender a alguien que ahora iba a necesitar de ella para siempre. Pensé en mi hermana, que tiene un hijo hermoso que nació fuerte y lleno de amor porque nuestros papás y su pareja se pusieron la situación al hombro a pesar de haber llegado mucho antes de lo planeado. Me pregunto, además de los miedos que seguramente también sintió ante la incertidumbre y el prejuicio a pesar de eso, y en cómo se hubiera sentido si todo eso no pasaba como pasó. Si no hubiera contado con tanto apoyo, con tanta contención. Me pregunto a quién abrazarán esas chicas que no tienen a nadie con quién compartir todas esas angustias. Me pregunto cómo se sobrevive a todo eso estando sola...
Entonces la variante de la puta que salió a coger y no se cuidó un poco se desdibuja proyectando al menos un par de minutos de empatía...


   Solía pensar que el embarazo era la consecuencia de no haberse cuidado, y que ahora iban a tener que hacerse cargo de su error. ¡Como si fuera justo para una persona ser considerada un error! Y si bien considero que siempre uno debe responder por sus actos, me puse a hacer algunas analogías, y un poco mejor lo pude entender. ¿Qué tan distinta es una mujer que, -llevemoslo a los extremos que tanto les gustan- quedó embarazada por no cuidarse de un hombre que choca en moto y tiene un accidente porque no siguió las normas de tránsito o no llevaba la protección adecuada? ¿Acaso cuando un hombre llega a una guardia por una avanzado cáncer de pulmón se ponen a juzgarlo y decirle que pague las consecuencias de sus actos por haber sido tantos años adicto al cigarrillo, o se intenta ayudarlo a que viva una vida mejor? ¿Acaso en alguno de los otros dos casos es más importante repartir las culpas que solucionar el problema que los aqueja, como pasa en el pedido de la interrupción de la gestación?
   Entonces entendí que la severidad del prejuicio viene de la mano de la relación sexual, que sólo puede discutirse si te opusiste (violación); pero si lo disfrutaste, te lo tenés que bancar. Del mismo modo que el motociclista disfrutó de la adenalina de andar a toda velocidad sin casco, o que el fumador disfrutó de la nicotina en sus venas... pero sin la parte del castigo.
¿Se pusieron a pensar por qué?

   Quienes están en contra del aborto siguen hablando de él como si fuera un trámite. Como si fuera una operación con tarjeta de crédito que realizaste y decidiste cancelar por arrepentimiento. Como si una intervención de esa magnitud no conllevara un insoportable desgaste físico, espiritual y moral. Como si tomar la decisión no fuera ya lo suficientemente difícil en el entorno del miedo, la duda, la incertidumbre, la culpa, la indiferencia y el silencio. Miedo de las consecuencias de llevar a cabo el procedimiento en esas condiciones. Duda de estar haciendo lo correcto. Incertidumbre de lo que pueda pasar con su vida y con su cuerpo en un futuro, de perder la posibilidad de decidir ser madre en el futuro. Culpa de saber que aunque creas que estás haciendo lo correcto la sociedad no va a buscar entenderte sino juzgarte. Indiferencia de quienes hacen oídos sordos a un pedido desesperado de ayuda. Silencio de quienes participan y tienen sus propios negociados en base a ellos. Sentimientos que sólo se magnifican al verse realizados tras el blindaje hermético de la desidia. 
   Porque hoy en día los argumentos que más se usan para intentar convencer de un bando al otro es que muchas mujeres mueren a causa de abortos clandestinos con cifras exorbitantes de las que realmente desconozco su procedencia y credibilidad; pero sobre la que no me quedan dudas que no es la única importante, ya que los trastornos físicos y psicológicos de todas aquellas que lograron sobrevivir al calvario de transitarlo en precarias condiciones también creo que son motivo de salud pública.




   Y para quienes llegaron hasta acá en la discusión sin levantarse e irse ofendidos ante la falta de consenso, los anti aborto o pro nacer (porque no me parece justo llamarlos "pro vida" ya que la continuidad y la dignidad de la vida siguiente al parto no parece ser motivo de importancia) tienen todavía bajo la manga el argumento del "yo no quiero solventar el aborto con mis impuestos". Esa es una declaración de las que más ruido me hace de todos los argumentos. En una sociedad, sobre todo en una tan grande como la de nuestro país, siempre van a haber conceptos en los que se gasten los ingresos públicos y con los que no vas a estar de acuerdo. Sin ir más lejos, miles de argentinos (entre los que me incluyo) no son religiosos, y sin embargo se destinan cifras millonarias del presupuesto público a solventar el culto católico. Nada me gustaría más quienes quieran profesar religión la financien por su cuenta, como hacemos la mayoría de los que queremos participar de algo por nuestra propia voluntad. En su momento también se solventó el Fútbol para Todos y yo ni siquiera tenía TV, de lo poco que me importaba. Pero si de costos quieren hablar, el gasto en el que se incurre por practicar un aborto legal es mucho menor en primer lugar al costo de un parto (sin olvidarnos de los controles pre y pos natales) de una mujer que haya continuado su embarazo por imposición, y en segundo lugar, a los que incurre una mujer que haya concurrido a urgencias por un aborto mal practicado.   

   Hay que partir de la base que a nadie le gustaría practicarse un aborto. Abordar la idea de que abortar será un nuevo método anticonceptivo, es entonces por lo menos absurdo. Porque no creo que la despenalización del aborto sea la contracara de dejar de utilizar métodos anticonceptivos. O no debería. Por eso lo primordial es educar. Educar más y mejor. Porque la educación actual no alcanza, no es suficiente, no es eficaz.
"El VIH no se puede abortar."
   Porque la consigna no es legalizar el aborto en sí, sino "educación sexual para decidir..." primero, porque es lo fundamental, "... anticonceptivos para no abortar..." porque no se asimila el aborto a un método anticonceptivo de ninguna manera, y "aborto legal para no morir.", en último lugar, como último recurso.
   Porque aún con una ley de aborto vigente, muchas mujeres que tuvieran embarazos no deseados tampoco optarían por él. Yo misma no lo haría. Porque la despenalización del aborto no te obliga a abortar; pero la penalización del aborto sí te obliga a parir. Porque puede ser que a vos un hijo te haga inmensamente feliz y eso es hermoso, pero no significa que todas las personas hallen la felicidad en las mismas cosas, y juzgar desde una experiencia personal es precisamente lo que en este contexto no necesitamos. Porque lo que yo aprendí es que abortar o no no se trata de decidir y proclamarte a favor o en contra en base a lo que harías vos, yo, o alguien más; se trata de entender que ésto va mucho más allá de eso, y que negarlo es darle la espalda y condenar al matadero a todas nuestras hermanas que sienten y piensan diferente.




miércoles, 1 de febrero de 2017

Moralmente amoral

     La noticia del operativo policial exagerado por las tres mujeres que hacían topless en una playa de Necochea fue furor esta semana en las redes, no sólo porque dejaba al descubierto la inoperancia desde el punto de vista objetivo de la policía al momento de hacer cumplir las normas, sino también por el debate social-moral de si está bien o no hacerlo, si era exhibicionista o no, y si había coacción de la libertad.


     Particularmente yo soy de las que se agobia cuando no puede hablarse de desnudez sin que se relacione necesariamente con sexualidad, dado a que lo considero como algo natural. Y sin embargo, pienso que existen normas de convivencia social (expresamente determinadas o surgidas de los usos y costumbres) pautadas, ya que a veces la línea que separa libertad con libertinaje es confusa.



     Si tenemos que ser realistas, vivimos en un mundo que a pesar de las muchas marchas, intentos y viralizaciones de videos y tópicos, sigue siendo esencialmente machista. Un mundo en el que ni siquiera puede salirse a la calle demasiado "ligera de ropas" sin que algún hombre piense que puede hacer uso de nuestro cuerpo en consecuencia de ello, como una especie de permiso implícito. Sí, por cierto que es un horror... Cabe preguntarme entonces, ¿será que es mucho pedir que no se sexualice un pecho mostrado abiertamente?

     Minimizan el exhibicionismo del cuerpo donde lo hay (programas de TV, publicidades, revistas, etc. a los que están habituados), y exageran situaciones donde no (como el amamantamiento en público o el tema que nos compete). 




     Imaginemos, por otra parte, dos supuestos:



1) ¿Hubiera sucedido lo mismo si en lugar de ser 3 mujeres "corrientes" hubieran sido 3 super modelos? ¿Se hubieran quejado de todos modos? 



     Y a ésto no hace falta ni siquiera imaginarlo; los medios nos comunican día a día la diferencia: 







La moral tiene criterios estéticos.
 2) El argumento de muchas mujeres ante éste tipo de reclamos es "la libertad". Y entiendo el argumento del "por qué ellos sí y nosotras no". Pero una vez leí a un afamada feminista decir que para saber si algo era cuestión de género había que invertir la situación y fijarse qué hubiera pasado si la situación fuese al revés. Entonces volvamos a nuestro supuesto: ¿qué pasaría si los hombres, objetando ser algo natural y ser libres de hacerlo y decidir sobre su cuerpo, decidieran asistir a lugares públicos mostrando los testículos? ¿No estarían acaso ellos también en su derecho de hacerlo sin que se considere algo sexual?


     Y con ésto no quiero defender una ni otra postura. Simplemente porque pienso que aunque una persona piense de forma diferente, teniendo sus argumentos (o siendo éstos debidamente fundamentados o no), una contravención es una contravención. E imponerse ante una autoridad con el sólo argumento de estar en contra por creer que es injusta no la vuelve menos leve. La provocación y la grieta de géneros hoy en día es tal que no creo que se considere el acto de llevarla a cabo de todas maneras como un gesto revolucionario contra una norma social que consideran injusta, sino como una especie de permiso implícito para que "cada sexo haga lo que crea que es justo", invocando a la libertad que se merece. Olvidando todo tipo de regla de convivencia existente. Comenzando una suerte de guerra innecesaria que no va a llevar a ningún resultado productivo.



     Y para que quede más claro hacia dónde apunto, vamos a ponerlo con otro ejemplo: supongamos una persona que piensa que la solución al narcotráfico es la legalización y regulación de las drogas. El debate es ardiente y harto controversial al respecto, habiendo muchas opiniones encontradas. Sin embargo, el tráfico de drogas sigue siendo ilegal. E independientemente de lo que se considere bien o no, justo o no, es por lo menos tonto pretender que por pensar diferente se pueda actuar libremente y traficarla sin ser aprehendidos al ser descubiertos...



     Volviendo a nuestro caso, sin dudas que el tema no resulta tan crucial, y hasta resulta más flexible, dado a que hay playas nudistas donde el exhibicionismo no es visto como tal y donde pueden sentirse libres sin que se genere un conflicto. Lo que quiero decir con ésto es que quizás, la sociedad no parece estar preparada para asimilar a la desnudez en un contexto no-sexualizado.



     Que existen abusos de parte del poder de policía es innegable. Que los oficiales no supieron llevar a cabo sus tareas, también. Que no era necesario tal operativo para explicar que pese a quien le pese ellos estaban haciendo cumplir la ley y que no dependía de ellos la razonabilidad de las mismas, también. Que existen muchas normas que en la actualidad resultan arcaicas es una realidad.

     Pero el confrontamiento violento y autoritario, creo yo, nunca es la solución. De ninguna de las partes. Por el contrario, saca a relucir lo peor de cada persona; y de la peor manera...     

sábado, 23 de julio de 2016

Mamando intolerancias

    Cuesta creer que en un mundo donde los medios, las redes sociales, las publicidades, los estándares de belleza, e incluso muchas oportunidades de trabajo/estudio están inundadas de exhibicionismo innecesario, consideren de mal gusto ver a una madre amamantar.
    Cuesta creer que un mundo donde está perfectamente asimilado que en el seno familiar se vean ciertas cosas y programas en la TV (donde el aviso de finalización del Horario de Protección al Menor pasó a ser sólo una mera formalidad), se vea con malos ojos que "un pecho" realice la única función real para la que la naturaleza lo dotó.

    La sexualización de "un par de tetas" actualmente es tal, que pareciera que nos olvidamos que esa fuera su verdadera función, y no la de salir a mostrarlas por cualquier pantalla para sumar rating, followers, o likes -¡que paradojicamente, parece que fuera la única que SÍ aceptamos!-.

    Me dijeron estar en contra porque "es innecesario, podrían hacerlo en su casa". Como si el niño conociera de horarios. Como si el niño supiera de los prejuicios que hay en la gente que lo rodea. Como si el niño tuviera noción...
    Me dijeron estar en contra porque "el niño no sabrá de eso, pero la madre sí". Como si la gente no la mirara mal cuando el niño llora desconsoladamente, condenándola, por no poder "hacerlo callar", porque molesta a los demás. Como si ella no se sintiera perseguida al dar la teta en público, porque sabe que nunca falta el que la mira con malos ojos, a pesar de no estar haciendo nada malo.
    Pero lo que más me perturbó fue el argumento de "está mal porque es provocativo". Porque permitime decirte que, si de alguna manera te resulta excitante ver a una mujer amamantar, tenés un severo problema mental que hacer ver...




    Defiendo fervientemente el amamantamiento sea donde fuere, porque entiendo que es una madre atendiendo la necesidad de su niño. Un niño que aún no entiende de vergüenzas ni de horarios. Un niño que está todavía muy conectado con lo más primitivo de nuestro ser, satisfaciendo sus necesidades a medida que las siente. Un niño que algún día crecerá e incorporará todos estos conceptos y preceptos... Pero no el día de hoy.

¿No te gusta? Nadie te obliga a mirar.


    Y sin embargo, a pesar de estar absolutamente a favor de la no sexualización del amamantamiento, debo proclamarme en contra a la #TeteadaMasiva que se está organizando en varias ciudades del país. Porque pareciera ser que no existe aquí una lucha por despertar el sentido común de quienes se oponen al acto natural, sino una puja por demostrar "quién tiene razón". Porque no importa cuánto se discuta, no hay ley alguna que lo prohíba, y pesar de las susceptibilidades habientes, nadie podrá obligarte a no hacerlo.
    Porque en este caso no hay una necesidad del bebé de ser alimentado, sino de la Madre de demostrar que "está en lo correcto". Porque no hay un pedido de un bebé de "comer", sino una horda de madres que organizaron el horario de lactancia de sus hijos para asistir a una movilización que va al choque.
    Y aunque no los comprendo en lo más mínimo, dudo que alguien que se encuentre en contra de éste acto, vaya a cambiar su opinión por ver a un montón de mujeres haciendo lo que en su acotada tolerancia repudian. De hecho, hasta creo que tendrá el efecto contrario.



Comparto el pensamiento que la motiva. Comparto que se haga algo para erradicarlo. Pero disiento sobre las formas.

    Este tipo de mensajes, creo yo, no sólo no es el adecuado, sino hasta parece una suerte de declaración de guerra entre quienes piensan diferente. Totalmente innecesaria y separatista, en un contexto social en el que, lo que menos necesitamos, es seguir dividiéndonos y enfrentándonos entre nosotros mismos...

 

martes, 28 de junio de 2016

Padres 2.0


        Últimamente pareciera ser que pasamos de ser usuarios de las redes sociales, a que las redes sociales nos usen a nosotros. Y ya no resulta sorprendente para nadie el hecho de saber que existe gente que prácticamente está programada "a vivir en modo Facebook", con la necesidad constante de compartirnos toda su vida y su intimidad en cualquier formato multimedia. Resulta dificil discernir si comparten las cosas que viven, o viven cosas para poder compartirlas (como comenté anteriormente en like strangers).
      Pero si bien eso es casi una realidad instalada, aunque muchos no lo admitan, realmente no me preocupa, porque cada quien es libre de decidir qué hacer, cómo hacerlo y hasta qué punto. Sin embargo hay algo que me molesta, y que venía masticando desde hace ya un tiempo, y que ayer finalmente explotó: la exposición de los hijos.
       Usan cualquier tópico o temática del momento para decirle a sus hijos pequeños lo que tienen que decir ante la cámara no se esfuercen por hacerlo parecer natural, se les nota para que, con un poco de suerte, su video se viralice.
      Y particularmente ayer, muchos familiares y amigos me compartieron por varios medios el mismo video. Un video, que decían, prometía ser el más triste que hubiera visto sobre esta "saga" de videos que rápidamente se viralizaron por el anuncio de la renuncia de Messi a la Selección Argentina. Paso a compartirselos, por si no lo vieron: 


       Y sí. Tenían razón. Realmente me entristeció... Me entristeció mucho que ese niño haya tenido una madre que priorizara filmarlo para ridiculizarlo en lugar de abrazarlo y explicarle que lo que para él son ídolos, también son personas y tienen sentimientos. Que haya elegido exponer a su hijo de esa manera, en lugar de consolarlo y decirle que no era el fin del mundo, y que aunque a todos los argentinos nos apene, a veces las cosas no salen como uno espera. Enseñarle cualquier mensaje que a ustedes se les ocurriera, y que estaría bien... Pero estar ahí, presente, para él.
       Porque si de verdad la madre hubiera querido enviarle un mensaje a Messi para que el niño se sintiera mejor, ¿no podría, acaso, haber esperado que el niño deje de llorar con el desconsuelo con el que lo estaba haciendo, que apenas lo dejaba hablar?
     Y porque el niño, en su transparencia, al principio del video dice "vos me estás filmando para mandárselo a papá", dando a entender que no era la primera vez que éste tipo de práctica ocurría...
      Independientemente de que estemos de acuerdo en si es motivo o no para llorar. Independientemente de las opiniones personales que cada uno tenga respecto a la renuncia del gran jugador. El fútbol genera en las personas sentimientos muy intensos; pero en los niños, crea una suerte de idolatría, un modelo a seguir, un sueño por alcanzar. ¡Estaban faltándole el respeto a su dolor..!


       Y yo me pregunto hasta qué punto puede llegar todo ésto. Hasta qué punto exponen a sus hijos, retratándolos en ciertos momentos vergonzosos para ellos. Hasta qué punto la gracia pasa a ser morbo. Hasta qué punto los padres modernos priorizarán dejar de ocupar su lugar fundamental de "padre" para sus hijos, por elegir ser "el payaso" de gente a la que realmente no le importa...

jueves, 7 de abril de 2016

Consumidores consumidos



Por todos los medios y redes sociales está aconteciendo hoy un bombardeo de invitaciones a participar del "Boicot a Supermercados", y si bien me parece bien la organización pacífica colectiva de expresar el descontento con el aumento de precios, no puedo evitar pensar ¿realmente servirán los boicots a grandes Cadenas de Supermercados y Petroleras que esporádicamente se realizan, si al otro día acudimos a los mismos lugares a consumir el doble? Porque, a mi manera de ver, si todos hacemos mucho mucho silencio, casi que podríamos escuchar cómo la bolas del "Don Coto" y "Don Carrefour" se ríen a carcajadas...

Probablemente serviría más si todos tuviéramos conciencia sobre nuestra conducta como consumidores y reaccionáramos conforme los cambios se van dando. La realidad es que los argentinos estamos tan acostumbrados a que nos metan las manos en los bolsillos (el Gobierno, los vendedores, los productores, las instituciones y demás) que ya lo tomamos con naturalidad, aunque cada tanto reaccionemos y queremos hacernos escuchar. Pero somos todos, tanto consumidores como productores y vendedores los que, en principio, estamos "malcriados". Los vendedores nos aumentan los precios, y ¿qué hacemos? Nos quejamos, pataleamos, rezongamos, creamos mil estados de Facebook para demostrar nuestra gran desconformidad, ocupamos tardes enteras de charlas en nuestros trabajos y familias hablando de ello... pero vamos, y compramos igual. ¡Ah, sí, pero con el ceño bien fruncido!

No compraremos en Supermercados, ok, pero compramos en el almacén del barrio. ¿Algo cambia?

Lo ideal, sería que a medida que un producto en particular incremente su precio de manera injustificada, nosotros como consumidores elijamos abstenernos de su consumo y optar en su lugar algún tipo de bien sustituto. Y suena utópico, y hasta irreal. Pero tan sólo imaginen que todos nos pusiéramos de acuerdo y lo hiciéramos, ¿cuánto tiempo creen que tardaría el productor o vendedor en adecuar un precio abusivo ante la escasez de la demanda y sobre todo, cuando se trate de bienes perecederos? 

Y lo que me llama la atención, por sobre todo, es la pasividad con la que esperamos sentados a que "alguien haga algo". Y con ésto no estoy diciendo que la culpa de los precios es nuestra aclaración que creo necesaria, ya que nunca falta el idiota que interpreta lo que quiere, pero que todavía conservamos algunas armas para no dejarnos boludear...


lunes, 4 de abril de 2016

El mayor problema de la Argentina: los Argentinos.

"Estos políticos son todos unos hijos de puta mentirosos" - Mabel, 48 años. Es empleada pública. Tramitó una licencia por enfermedad, pero no está enferma.
"Son todos unos corruptos del orto" - Pedro, 42 años. Acaba de coimear a un policía de tránsito porque tenía vencido el Carnet de Conducir.
"Se cagan en la gente, les importamos una mierda" - Alicia, 37 años. Tiene una empleada doméstica del interior, a la que paga poco, y no tiene registrada en blanco.
"Lo que pasa es que nadie hace nada, y los que tienen que controlar, miran para otro lado" - Javier, 25 años. Zafó de que le hagan un control de alcoholemia, a pesar que venía en estado de total ebriedad, porque es hijo de un reconocido funcionario.
"Éstos hijos de puta hacen lo que quieren con nuestra guita" - Aldo, 45 años. Tiene un arreglo con un proveedor para que le reduzca los precios a cambio de no tener que facturarle.

Vamos, chicos. La corrupción empieza desde abajo.
Cualquier similitud con la realidad, es adrede.